SEGUINOS EN FACEBOOK!

jueves, 23 de abril de 2015

CAPITULO 28 (Santo Domingo - Playas Villamil)

Entre amigos y trabajo llegó el lunes 30 de Marzo, día en que armamos la moto y salimos rumbo a la costa. Tomamos ruta hacia Esmeraldas, una de las playas más al norte de este país, allí llegamos en menos de 2 hs y como mucho no nos gustó el lugar continuamos unos km, en donde fuimos pasando por varios pueblos costeros, algunos más lindos que otros, pero el que más nos gustó en esta primera impresión de lo que eran las costas fue un pueblo llamado Sua, un lugar súper tranquilo y muy poco poblado, como sabrán eso es lo que más nos gusta, la tranquilidad que siempre a su vez, da seguridad.
Ahí en Sua nos quedamos apreciando sus playas y decidimos comernos un “bolón” , esto se trata de verde frito con queso, cuando digo verde me refiero a una banana que se usa para las comidas y se puede comer tanto verde como madura, hay millones de recetas con esta fruta (o verdura) jaja.
Después de almorzar algo continuamos a un ritmo bien tranquilo, en cada pueblo que veíamos entrabamos a conocerlo así nos tuviésemos que desviar del camino, así fue que llegamos a Pedernales en la tardecita a pesar de que eran pocos km.





Al llegar a Pedernales fuimos al hotel Bocana, en donde anteriormente ya habíamos hablado con Patricio, su dueño quien estaba interesado en darnos una mano con hospedaje. Esta conversación la habíamos tenido hace bastante tiempo por lo que Patricio no se acordaba de nosotros, pero de todas maneras nos brindó un lugar en su hotel ya que en este momento el está metido en el grupo de Motoviajeros S.O.S de Ecuador, quienes brindan posada a los motoviajeros. Así fue que bajamos algunas cosas muy necesarias y dejamos la moto casi lista para continuar al otro día.
Como ya era de tardecita, salimos a caminar un rato y lo primero que hicimos fue irnos hasta la orilla del mar a tocar el agua, ya durante día estando con los trajes de motos no habíamos tenido contacto con ella. Que linda estaba! Una temperatura muy cálida, no voy a decir caliente pero si muy agradable, hasta nos dieron ganas de meternos. Como era de noche y nos sabíamos si habría piedras o que mejor decidimos solo quedarnos en la orilla.
Más tarde seguimos caminando por la costanera de este pueblo y nos comimos algo barato por ahí, como estábamos cansados nos volvimos al hotel a dormir para continuar al día siguiente nuestro viaje.


Al día siguiente como lo habíamos planeado continuamos viaje. Antes de salir conocimos a Remi, él es hijo de una señora llamada María a quien tuvimos la oportunidad de conocer en Argentina hace más de un año atrás. Remi vive en Pedernales y  su madre en Manta a unos 200 km, como nosotros habíamos estado hablando con María, Remi sabía que estábamos en su pueblo y vino a visitarnos al hotel Bocana, también nos invitó a la noche a ir a tomar algo pero como teníamos pensado continuar no pudimos aceptar este ofrecimiento, de todas maneras quedamos muy contentos de haber conocido a Remi a quien seguramente volveremos a ver en otra oportunidad.
Ya después de conversar un buen rato nos subimos a la moto y salimos en dirección a Manta, pasamos por algunos pueblitos costeros hasta que llegamos a uno llamado Canoa, este fue el que más nos gustó en este trayecto ya que se veía muy tranquilo y sus costas verdaderamente lindas, así fue que entramos al pueblo y lo atravesamos todo, así llegamos a una playa donde casi no había gente. Tan tranquila estaba esta playa que la única pareja q estaba, ya unos señores cincuentones estaban casi en bolas, ella muy tranquila en topless así que nosotros nos contagiamos, no nos quedamos en bolas pero si nos sacamos todo el taje de moto (casco- pantalón- campera- botas) quedándonos bien frescos para meternos al mar. Allí nos quedamos un buen rato disfrutando del día, del agua y del sol.
Aunque nos costó bastante decidirnos a ponernos de vuelta los trajes, después de una hora continuamos viaje, a los poco km pasamos por un lugar muy lindo llamado Bahía de Caráquez, un lugar realmente llamativo y muy cuidado, una bahía bastante grande donde uno debe cruzar un puente bien largo.
No teníamos demasiado planeado a donde ir, solo habíamos hablado con María, la señora de Manta, como este era nuestro único contacto por la zona decidimos llegar a Manta. Así fue que en la tardecita estábamos entrando a la ciudad, llamamos a María y en un rato ya estábamos en su casa, ahí conocimos a su esposo. Ellos tienen un Garage, donde guardan colectivos y camiones y también hospedaje para sus choferes, por este motivo fue que tuvimos la suerte de dormir en una habitación para nosotros donde también pudimos ducharnos, no sabíamos que María tenia para darnos hospedaje por lo que estábamos muy sorprendidos.
Manta no tuvimos la oportunidad de conocer demasiado ya que solamente estuvimos esa noche, también debo decir que la idea es volver a pasar por lo que nos preocupamos demasiado.
Esa noche salimos a comer algo barato por ahí y también nos fuimos a comer unos heladitos ya que hacia bastante calor. Ya más tarde volvimos caminando a la casa donde dormimos hasta el día siguiente.




Cuando nos levantamos preparamos la moto (que casi no la habíamos desarmado) y salimos junto al esposo de María a unas pocas cuadras a conocer al resto de su familia, así fue que llegamos a una casita donde nos dieron un buen café con unos pancitos y luego nos sacamos unas cuantas fotos todos juntos. Ya el sol estaba golpeando muy fuerte, y solo eran las 10 de la mañana, pero igual decidimos continuar viaje. Como lo habíamos previsto, el calor nos estaba agobiando, la temperatura estaba muy alta y nosotros en cada pueblo que veíamos entrabamos a conocer, yendo a muy poca velocidad, con todo puesto, ya no aguantábamos más el calor, por eso fue que en un pueblo llamado San Lorenzo, a tan solo 50 km de Manta decidimos quedarnos y buscar lugar para armar nuestro campamento.
Tratando de ser precavidos hablamos con bastante gente del pueblo, todos coincidieron que podíamos acampar en la playa sin problema ya que el pueblo es bien chiquito y súper tranquilo.
Así que en pleno mediodía buscamos un almuerzo barato, el cual compartimos y luego si, a buscar una buena playa la cual sea lo bastante tranquila para acampar pero no tan lejos del pueblo.
Como estábamos a mediados de semana encontramos en plena playa un puesto de bebidas y comidas el cual estaba cerrado porque solo abre los fines de semana, este local tenía un buen techo donde pudimos entrar con la moto y armar la carpa a un costado, todo bajo techo protegiéndonos más que nada del sol.
Ya con la carpa armada, decidimos ir a apreciar el hermoso mar que habíamos visto desde el camino, ese mar color turquesa que tanto nos había llamado la atención y que ya lo teníamos ahí a unos metros, con solo tocar el agua ya estábamos maravillados, la temperatura de este realmente espectacular. Ahí nos quedamos nadando un buen rato y más tarde nos fuimos a caminar hasta llegar a unas piedras bien altas donde se formaban unas cuevas.
Luego de pasear bastante volvimos a la zona donde teníamos nuestro campamento, allí nos quedamos disfrutando del resto de la tarde en la playa y en el mar que a pesar de que las horas pasaban, la temperatura del agua seguía ideal.
Así fue llegando la tardecita y también nuestras ganas de comer, como ya estaba anocheciendo Paula se quedó cuidando las cosas y yo me fui al pueblo a comprar algo para comer, para nuestra suerte me topé con una Venezolana que cocinaba en su casa, esta era la única opción si queríamos comer algo que esté listo, sino había que comprar para cocinar y los precios de la tienda no eran los mejores, y a su vez, la venezolana nos cocinó a ambos por 3 dólares, así que ahí nomás cerramos trato y me lleve un buen pescado frito, con arroz y ensalada hasta la playa donde Pau me esperaba para cenar. Comimos dicho plato y a la carpa a dormir como bebes.






Al día siguiente nos despertamos bien temprano y para las 9 de la mañana ya teníamos todo atado en la moto para salir. Continuamos haciendo la Ruta del Sola, todo por la costa y como siempre visitando cada pueblo que veíamos, así llegamos a los Frailes, una playa totalmente virgen, una reserva natural donde todo está muy cuidado, hay guardaparques y también una entrada muy pintoresca, pero lo más sorprendente es que a pesar de estar tan bien mantenido no se paga ni un centavo de entrada.
Hacía un calor bárbaro, por lo que nos sacamos nuestros trajes de moto y nos fuimos a meter al mar, y disfrutar un rato de la playa. Nos quedamos tan solo una hora pero prometiéndonos a nosotros mismos volver pronto por ahí, ya que verdaderamente es hermosa esta playa. Como es una reserva solo se puede ir de 8 de la mañana a 4 de la tarde, por lo que a la vuelta seguramente nos hagamos un día completo aquí donde realmente ser respira tranquilidad.
Después de vestirnos nuevamente continuamos viaje, al llegar a Montañita entramos a buscar un hostel, a donde nos había mandado un amigo a buscar un libro que se había olvidado, retiramos ese libro y conocimos un poco este pueblo tan famoso en el ambiente turístico. Todo el mundo nos mandó a que conozcamos Montañita pero a nosotros la verdad que no nos gustó, es un pueblo orientado a la fiesta o a la rumba como dicen acá, a nosotros nos gusta esto, pero para catalogar a un lugar como lindo tiene que tener buena naturaleza y cosas que lo distingan por ser típicas, creemos que fiesta puede haber en cualquier pueblo, ya que cualquier pueblo armado y orientado a ese estilo se puede hacer en Montañita o en otro lugar como así también en otro país.
Ya con el libro de nuestro amigo en mano continuamos viaje y llegamos casi a Salinas, digo casi porque antes de llegar encontramos el Hotel Royal de Cameron en Punta Centinela, donde un amigo de mi hermano Julián nos había dejado unas cositas en sus vacaciones en Ecuador. Nosotros creíamos que nos llegaba la yerba mate que tanto deseábamos como así también alfajores pero no tuvimos esa suerte ya que en el avión no lo dejaron traer nada, solo llego algo de ropa que le habían mandado a Pau.
Después de retirar este pequeño paquete continuamos hacia Playas Villamil donde el Club Bikers Villamil nos estaba esperando, solo nos faltaban 100 km hasta ahí y llegamos en una horita. Entramos  a la ciudad y de repente apareció un motero llamado Pedro, de un club llamado Carreras Clandestinas quien muy amablemente se interesó en ayudarnos, como a nosotros ya nos estaban esperando nos llevó a lo de Ramón, ahí conocimos a los Bikers Villamil, Víctor es otro de ellos, con él había hablado más que con ninguno y no tuvo problemas en llevarnos a su casa, ya que habitualmente el recibe viajeros a su paso por su ciudad.

De esta manera nos fuimos a instalar para luego salir a comer algo y tomarnos unas cuantas cervecitas junto a todos los chicos del club, nos reímos muchísimo todos juntos y las horas fueron pasando sin darnos cuenta, también las botellas de cerveza, así fue que llegamos cansadísimos a las 3 de la mañana y nos fuimos a dormir, ya no dábamos más.








2 comentarios:

  1. Como siempre un gusto leer como la están pasando! Buenas rutas!

    ResponderEliminar